Aunque mi periodo de actividad comienza y acaba en septiembre, coincidiendo con el inicio y final de curso, en estas fechas a todo el mundo nos gusta hacer un pequeño balance de lo que ha sido el año que termina, aunque sólo sea por las veces que nos lo recuerdan en forma de felicitaciones. Lo
cierto es que no sé si esto último es bueno o malo, por lo que de
ahí pueda salir, pero creo que es necesario ubicarse, saber dónde
estamos y qué es en realidad lo que queremos, perdonad que me ponga
tan trascendente.
En esta vida tan ajetreada que
llevamos, muchas veces lo único que hacemos es ir dando bandazos de
un lado para el otro según nos marca el calendario. Y en está
vorágine en la que nos vemos envueltos, muchas veces dejamos atrás
lo importante, para atender aquello que es más urgente.
Cada vez tengo más claro y admiro más
a aquellas personas que son capaces de marcarse uno o dos objetivos
en su vida y a partir de ahí, se vuelcan en ellos. Por el contrario,
los que tocamos muchos palos, al final, casi todos quedan incompletos
o con mucha suerte, logramos culminar alguno.
Con la entrada del año, podríamos decir que arrancamos de nuevo y aquello que sobre el papel parece quedar
meridianamente claro, hay que llevarlo a la práctica. Saber decir
que no en determinados momentos, anteponer aquello que más nos
importa a todo lo que sea secundario, a pesar de su premura, son las
claves para conseguir finalmente estar a gusto con nosotros mismos y
con aquellos que nos rodean en el día a día.
A ver si esta vez puede ser.... Feliz año.
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